Día Internacional de la Mujer

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Por Moisés Absalón Pastora, Detalles del Momento

Este 8 de marzo es un día no de celebración, sino de conmemoración. No es de felicitación es de respeto. No es de feminismo, no es de la lucha de las mujeres contra los hombres, es de igualdad, de equidad, de reconocimiento y de nobleza por lo que por sí misma nos representa la mujer, el gran tesoro que Dios nos ofreció para cuidarlo y apreciarlo.

De la misma forma que la masacre de Chicago dio curso al Día Internacional de los Trabajadores, un origen no menos sangriento dio paso al Día Internacional de la Mujer cuando la dignidad de las textileras norteamericanas impusieron un basta ya contra un género, hasta ese momento dormido, que a partir de, es un elemento vital, dinámico y esencial, en la construcción de la sociedad, desde la majestad que representan en el hogar o desde el más encumbrado pináculo de decisión política, social, cultural, militar y por su puesto hogareña en todos los rincones del planeta, aunque tristemente en unos más que otros.

A propósito de su día quiero saludar a todas las mujeres de Nicaragua porque como hijo de mujer quiero inclinarme y reverenciar a tan noble ser y de quien equivocadamente nos referimos como el sexo débil cuando nosotros, hombres, muchas veces infames, que no las valoramos y que prosaicamente nos ponemos igualadamente de tú a tú con ellas, somos incapaces de soportar, aunque sea solo el rodar de una de esas lágrimas paridas por el dolor que muchas de ellas llevan a cuestas y en casi siempre en el más hermético silencio.

Ellas son bellamente poderosas porque a través de la fuerza de su dulzura construyen relaciones para mantener su alma abierta y en forma; Porque demuestran coraje en medio de sus miedos; Porque si de calidad se trata ella siempre da lo mejor de sí; Es quien percibe que los errores de la vida pueden ser bendiciones inesperadas y aprende con ellos para después instruirnos; Ella tiene no solo la gracia, sino la seguridad en su mirada; Ella es la tenacidad misma y el viento que impulsa nuestras velas; Ella es simplemente el ser divino que Dios nos puso al lado para hacernos hombres. Es tan grande la majestad y sensibilidad de las mujeres, de nuestras mujeres, que no es recomendable ni herirlas, ni hacerlas llorar porque Dios cuanta cada una de sus lágrimas y después nos las factura porque son el producto de nuestra arrogancia, caprichos y orgullos.

La Mujer salió de la costilla del hombre, no de los pies para ser pisoteada, ni de la cabeza para ser superior, sino de nuestro costado para que la tratemos con igualdad, para que no cometamos la miserable osadía de mal tratarla. A ella debemos tenerla debajo del brazo para protegerla y al lado del corazón para amarla porque ella es fuente de amor, es entrega sin par, es la sabiduría activa que calma y relaja las fieras indómitas del otro género que creer ser más fuerza por la potencia, pero no por la razón.

 

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