“Sentí la muerte y le pedí al Señor que me librara”, relato maestra sobreviviente Covid-19

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La sala Covid-19 del Hospital Carlos Centeno es un área tan pequeña que se puede oír cuando clavan los ataúdes de quienes no logran vencer la enfermedad.  Adentro, la noción del tiempo se pierde. No se sabe si es de noche o de día. Tampoco se distingue el rostro de los médicos y enfermeras que se esfuerzan para que los que ahí ingresan salgan con vida.

La profesora Rosa Yamileth Gonzáles Ríos, de 40 años, llegó a esa pequeña sala la noche del viernes 5 junio. Es originaria de Rosita y fue trasladada al hospital de Siuna con deficiencias respiratorias graves a causa del Covid-19. Fue un viaje de dos horas que describe como “un tormento” por el mal estado de la carretera, pero en el Triángulo Minero la atención a los pacientes más delicados por coronavirus solo se brinda en Siuna.

Gonzáles Ríos llevaba más de quince días con malestares que poco a poco le iban reduciendo su capacidad para respirar, pero la dominaba el miedo a ir al hospital.

La sala Covid-19 del Hospital Carlos Centeno de Siuna es la encargada de atender a toda la población del Triángulo Minero que presente un cuadro clínico grave.

Llegó al Hospital Rosario Pravia en estado grave. Con una saturación de oxígeno en 60, estudios de imagen que revelaban afectación en sus pulmones y con antecedentes clínicos de diabetes e hipertensión, el médico internista les explicó a sus familiares que su condición era crítica, cuyo manejo ameritaba traslado al hospital siuneño, por ser el que cuenta con mejores condiciones.

La profesora cayó de rodillas: “Le dije (a Dios) que si me sanaba de esto yo iba a servirle y que en sus manos ponía mi transformación”.

Recuerda que fue aislada. Pasó en espera del traslado a Siuna hasta las 8 de la noche de ese viernes, cuando estuvo disponible una ambulancia. “Una de las experiencias más duras para un enfermo es el viaje, el traslado es pésimo, imagínese que un enfermo va sentado y brincando en exceso, porque el protocolo no permite que tus familiares te trasladen en algún vehículo particular”, relata.

“Sentí pánico, sentí la muerte y le pedí al señor que me librara. Oré durante todo el camino en la ambulancia”.

Al llegar, fue conducida a sala Covid-19 del Hospital Carlos Centeno. Le impactó verse en un espacio donde todo a su alrededor estaba rotulado con el nombre del virus. “Eso es estresante, cuando usted ingresa desde los basureros, las bolsas para la basura, las camas, las fundas, todo dice Covid, incluso hasta el uniforme del personal”, refiere.

Ahí pasó cuatro días y tres noches en las que convivió con la muerte. “Durante esos días tuve la desdicha y el estrés de ver cómo entran los ataúdes y a la par tuya los están clavando para sacar a tus compañeros de cuarto”, comenta con horror.

En esa sala no es permitido reloj, ni celulares, “ahí no sabe qué hora es, cuándo te darán el alta, si vas a salir muerto o vivo; no sabe absolutamente nada”, dice.

La profesora Rosa Yamileth Gonzáles Ríos estuvo en contacto telefónico con su familia gracias a un médico a quien no pudo agradecer el gesto porque el traje protector que vestía ocultaba su rostro.

Los familiares de pacientes de Covid-19 pasan horas afuera del hospital esperando reportes o requerimientos de artículos para su cuidado.

El contagio 

La profesora Rosa Yamileth Gonzáles Ríos no tiene certeza de dónde ni cuándo se contagió.  Hace memoria y menciona que la última actividad masiva a la que asistió fue en Semana Santa, a las fiestas taurinas de Bonanza. En las últimas semanas recuerda haberse trasladado en taxi al Colegio Moravo 571 de Rosita donde imparte la asignatura de inglés.

Cuenta que todo comenzó con dolor de cabeza y fiebres. Sintió que empeoró el 28 de mayo cuando después de celebrar el Día de las Madres con su colegas retorno a su casa en motocicleta en medio de un aguacero.

Pese a que su salud empeoró descartó ir al hospital por temor a la pandemia, “creemos que vamos a contagiarnos, quiero aclarar que ese es el peor error, tenemos que acudir a los hospitales, tenemos que evitar complicaciones, tenemos que acudir y tener fe en el Señor, ¿que si es doloroso?, sí, lo es. Las pruebas son muy dolorosas, los exámenes que te hacen día y noche, pero es para salvar la vida”, expresa con la voz entrecortada por el cansancio.

La maestra asistió a consulta médica en Rosita hasta el lunes 1 de junio, ese día presentaba baja saturación de oxígeno que le ocasionaba un cansancio, “me mandaron hacer placas y se observaba un deterioro en los pulmones, pero me mandaron medicamento y aislamiento por 14 días, me regresé a mi casa y seguí al pie de la letra el medicamento, pero un día me sentía bien y otro mal”, recuerda.

La prueba del Covid-19 se la realizaron un día antes de ser dada de alta. Dio positivo le informaron el pasado martes.

Desde su regreso a casa la noche del lunes 8 de junio, Gonzáles Ríos permanece aislada en un cuarto, usa utensilios desechables y ella misma se encarga de incinerarlos. Aún presenta cansancio a espera de las coordinaciones de su clínica con el Minsa para recibir el medicamento.

El Ministerio de Salud no ha informado la cantidad de casos y defunciones asociadas al coronavirus en el Caribe Norte. El pasado 26 de mayo reportaron públicamente los primeros pacientes recuperados, entre estos médicos y enfermeras.

También se han conocido fallecimientos, incluida una enfermera del hospital Estaban Jaenz Serrano de Bonanza, donde se cree inició el foco de contagio y el municipio que tendría la mayor cantidad de muertes por la enfermedad.

González Ríos lamentó que el pasado martes murieran dos personas con las que compartió en la sala Covid-19 del hospital, uno de ellos lo identifica como Leonel Matus, cuya hija, una enfermera del hospital de Rosita también ahora está proceso de recuperación.

“Yo me sentía tan largo y apartada de Dios y esto me permitió tener una comunión, ya que yo soy de las personas que nunca van a misa, me preguntaban y me daba pena, Doña Rosa usted es Católica o evangélica y yo con pena respondía, soy Católica porque mi mamá pues me bautizó, pero yo no voy  a ninguna iglesia y estaba bastante separa de la misericordia del Señor y esto ha venido a fortalecer un lazo que solo mi corazón siente la alegría”, dice.

La enfermedad le sirvió a González Ríos para darse cuenta que hay muchas personas que le tienen aprecio, quienes han estado pendiente de su salud y otras han orado por su recuperación.

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