La fe en tiempos del CORONAVIRUS

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Muchas personas sedientas de conocer más a Dios y desesperados por ver la respuesta y acción de Dios hoy se preguntan. ¿Porque la iglesia católica ha cerrado sus templos ante la pandemia del Covid-19?

La Iglesia Católica enseña que: “la vida y la salud física son bienes preciosos confiados por Dios. Debemos cuidar de ellos racionalmente teniendo en cuenta las necesidades de los demás y el bien común. El cuidado  de la salud de los ciudadanos requiere la ayuda de la sociedad para lograr las condiciones de existencia que permitan crecer y llegar a la madurez”.

El cristiano tiene dos naturalezas, humana y divina, y como humanos estamos en la responsabilidad de cuidar nuestra salud, siguiendo moralmente las recomendaciones de salud,  y no cuidar nuestra salud es un pecado en contra de la vida, la iglesia es la primera en promover la conservación de la vida y desde esta línea ha asumido las recomendaciones de las organizaciones sanitarias.

Es cierto, las iglesias estaban llenas, pero cada hombre y mujer no estaba lleno de Dios, con esta decisión de la Iglesia de cerrar los templos para prevenir el contagio de la pandemia, también ha promovido en las familias un encuentro consigo mismo y con los demás, cada iglesia se ha convertido en un desierto, donde estamos viviendo una verdadera cuaresma de reflexión para preguntarnos, ¿Dónde está Dios?.

En efecto el virus está haciendo mucho daño y todos debemos cuidarnos y desde nuestros lugares de cuido, nuestra actitud es volver a Dios, porque después de esta tristeza que nos enluta y nos agobia vendrá el gozo, así se refleja en el Evangelio de San Lucas capítulo 24, versículos 13 al 24, los discípulos de Emaús, después de la resurrección del Señor quedaron solos, angustiados, con miedo, todo parecía que Dios no estaba con ellos, pero días más tarde él se aparece y cuando le reconocen se llenan de alegría y se les cambia la vida.

Y desesperadamente surge la pregunta ¿El CORONAVIRUS, es un castigo de Dios?. La humanidad hace mucha relación entre tragedia y voluntad divina y el tema del castigo se deduce del libro del Éxodo capítulos 7 al 12, las 10 plagas de Egipto, se trata de un castigo de Dios sobre un pueblo opresor, Egipto. En este relato el hombre ve a Dios como un castigador de Egipto, pero no ve a Dios como un protector que cuida a su pueblo Israel, se ve solo el inicio de la historia, Dios que castiga con 10 plagas, pero no el final, Dios que libera a su pueblo,  y hay que reconocer en este pasaje que todo acto humano tiene consecuencias, el Faraón que representa el mal y que por abusar de su libertad se vuelve opresor, y la acción divina en estos acontecimientos que  derrota al Faraón,  y esa derrota es la victoria de Dios es decir la salvación de su pueblo, en este aspecto es más importante la acción de Dios que es la salvación del alma de la humanidad actual.

Dios actúa en la historia, y cuando se vive una pandemia no se puede hablar de castigo de Dios, sino de asumir la situación como una prueba de nuestra capacidad, la capacidad del hombre, que ha querido resolverlo todo, pero no puede, al final de esta pandemia vendrá Dios con su poder divino, su misericordia y nos salvará, nos protegerá, nos liberará.  No es tiempo de pánico, de temor, es tiempo de preparación, estamos frente a un misterio; sacerdotes, niños, ancianos, hombres y mujeres han dado la vida ante esta situación y es bíblico, No hay amor más grande que dar la vida por los amigos, Jn 15,13; si el grano de trigo no cae en tierra no da frutos, pero si muere dará frutos en abundancia (Jn 12,24) y esta enfermedad no terminará en muerte (Jn 11,4), es más bien un mensaje esperanzador que su consecuencia en la fe, es la vida.

Cuando ocurre una pandemia de esta categoría y otras más letales, siempre surgen interpretaciones bíblicas y lo que más se usa es el libro del Apocalipsis para señalar que se trata del cumplimiento total de dicho pasaje, y otros exageran más y lo asocian al tema del fin de los tiempos. En consecuencia el libro del Apocalipsis habla de plagas y señales de los últimos días y muchas personas lo ven como un libro de miedo, un libro que predice cosas malas. ¿Es una plaga apocalíptica el coronavirus?

Para responder es necesario leer Apocalipsis capítulo 9, vercículo18 “Y fue exterminada la tercera parte de los hombres por estas tres plagas, por el fuego, por el humo y el azufre que salían de sus bocas”.

El CORONAVIRUS no se puede determinar como si trata del cumplimiento de este texto, porque han existido otras pestes peores y que han matado a ciento de millones de personas en el mundo, esta pandemia con más de 2.317.759 casos confirmados en el mundo, al menos 159.510 muertos lo podemos comparar con: la plaga de Justiniano del año 500 dejó entre 30 mil y 50 mil muertos, la peste negra en el año 1347 dejó 200 mil muertos, la fiebre amarilla a finales de 1800 dejó entre 100 mil y 150 mil muertos, el sarampión acabó con más de 200 millones de personas, y el SIDA ha matado a más de 35 millones de personas, viendo estos datos se da cuenta que el CORONAVIRUS no es la peste que ha matado a la tercera parte  de la raza humana en el 2020 la población estimada es de 7700 millones de personas según ONU, sí, se puede decir que las pestes que han azotado a la humanidad son parte de estos mensajes de la Biblia, porque la Biblia es un  libro siempre actual y progresivo, , otro caso es Apocalipsis capítulo 6, versículo 8. “Se presentó un caballo verdoso. Al que lo montaba le llamaban muerte, y detrás de él iba otro, el mundo del abismo. Se le dio poder para exterminar a la cuarta parte de los habitantes de la tierra, por medio del hambre, la espada, la peste y las fieras”, este capítulo se ha cumplido en otras épocas, habrá un día exacto que ese caballo recorrerá la tierra, pero ya han pasado situaciones, el apocalipsis es un libro para cada generación, pero no se puede generalizar y asustar a la gente de decir que es inminente el fin del mundo que se trata del  cumplimiento total del pasaje apocalíptico, no se puede sembrar temor, miedo, sino esperanza y fe.

Otros dirán ¿Dios duerme en la barca y nos deja solos en la tempestad? Esa pregunta se asocia a ¿Dónde está Dios en todo esto? El hombre y la mujer de fe, sabe que Dios está activo y presente en todas las víctimas de esta pandemia, en los médicos sanitarios, en las personas que ayudan generosamente, en los que oran, en los científicos que buscan vacunas para combatir el virus, en los que buscan soluciones a este problema y sus consecuencias, en los que dan un esperanza para tener fe en medio de esta situación, y  en esas víctimas enfermas Dios puede manifestar su gloria.

“En una ocasión le preguntaron a Jesús, por la causa de la enfermedad de un ciego de nacimiento, ¿Quién ha pecado para que él esté ciego; él o sus padres?” Jesús respondió: no es por haber pecado el o sus padres sino para que una obras de Dios se hagan en él y de forma clarísima (Jn 9,3),  Con los ojos humanos, vemos a Dios dormido ante la tempestad, pero con los ojos de la fe, vemos a Dios actuando en esta tempestad, solo que somos hombres de poca fe, y una fe superficial, creo en la palabras de un sacerdote: “esta sociedad, nosotros, estamos enfermos, espiritualmente, y Dios nos quiere curar”.

Algunos dirán ¿Qué ha hecho la iglesia católica ante esta situación? Desde la fe: poner en a las familias a la reflexión en familia, orientar en la fe a la humanidad sin dejar a un lado la vida social, humana, orar por el mundo y los que sufren, preocuparse por la salud del alma, orientar como madre y maestra, ¿qué hacer en esta situación en la sociedad?,  proteger a sus hijos de cualquier peligro de fe.

Desde de las obras: el 6 de abril de este año, el Papa Francisco creo  el Fondo de Emergencia,  para acompañar a las comunidades afectadas por el CORONAVIRUS  en las zonas de misión,  a través de las estructuras de la iglesia,  a esta obra caritativa  se han unido diversas religiones del mundo como el caso de los Budistas que donaron 10 mil dólares a esta iniciativa.

De toda esta situación social, debemos ver en el fondo la lexión que la fe deja en cada hombre y mujer de buena voluntad, no obstante un día saldrá la alegría de nuestros corazones y transformados por Dios habrá una humanidad renovada.

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